A un kilómetro del casco urbano de Trinidad, en el departamento de Casanare, se encuentra la vereda El Palito, un lugar rodeado de fincas campesinas, mucho ganado, vías destapadas y sorprendentemente, una terminal aérea que le sirve a los cerca de 14 mil habitantes que hay en el área urbana y rural de este municipio.

Este aeródromo, a pesar de ser no controlado, conserva su torre de control y una terminal pequeña en muy buenas condiciones.

Allí llegan pequeñas aeronaves que cumplen la misión de transportar valores, alimentos, servicio de fumigación y ambulancia, personal que trabaja en el sector de hidrocarburos y algunos turistas que llegan a disfrutar del corazón llanero que tienen todos sus habitantes en este sector del país.

Uno de los problemas más conocidos de esta región son las malas condiciones de las vías, muchas de ellas sin pavimentar que se convierten en verdaderos lodazales en épocas de lluvia.

Este aeropuerto, que lleva el mismo nombre de su municipio, facilita la llegada de insumos y permite la salida de personas que, por algún problema de salud o accidente, debe ser llevada de urgencias a otros lugares del país.

Estos aeropuertos pequeños salvan vidas, estas terminales aéreas ubicadas en lugares lejanos, ayudan a la conectividad de las regiones y generan oportunidades para el turismo, la economía, la competitividad y la seguridad de sus pobladores.

Trinidad es uno de ellos y gracias a la puesta de la Aerocivil, muchos habitantes de Colombia que viven en lugares apartados tienen la posibilidad de recibir ayuda por vía aérea y tienen la fortuna de contar con un aeropuerto que abre puertas y que permite la equidad en estos territorios alejados.

Aeropuertos pequeños como el de Trinidad en Casanare se necesitan. La llegada y salida de posibles vuelos ambulancia, la entrada de insumos, el envío de valores y el servicio que le presta a la fuerza pública, en situaciones difíciles, garantiza la conectividad y fortalece el turismo de esta importante región del país.